En la monarca existía un señor, de cabello blanco, y barba larga; que
hacia hermosas tallas. Todos los niños apoyaban sus narices contra el
vidrio; para ver sus muñecos, calesitas, y cajitas de música.
De día era un alboroto, y a la noche él soñaba con hacer con sus manos algo especial.
Pasaron los años, y sus manos ya estaban viejas, pero tenía la alegría en su memoria de cada sonrisa que le regalaban los niños; cuando sus padres le regalaban algo hecho por él.